lunes, 4 de septiembre de 2023

Allí no era.


No era el lugar para encontrar lo que necesitaba en su proceso de resurgir, lo sabía. No se pueden buscar flores en un campo sembrado de minas. Aún así, por su extraña manía de querer desafiar a su suerte, quiso pensar que a veces la vida brota y se abre paso, en los lugares más inhóspitos y sorprendentes. Y eso era lo que necesitaba, sentirse viva después de un largo tiempo con el alma dormida, la sonrisa congelada y unos sueños en fase de reconstrucción. No quería un cuento de hadas, no buscaba ningún príncipe azul que la despertara con un suave beso en los labios, no pensaba en encontrar al amor de su vida. Solo quería encontrar a alguien que le removiera por dentro las ganas de sentir, que despertara su lado más íntimo. Sentirse deseada por su esencia, por ser simplemente ella. Compartir la emoción de una primera cita y que el deseo se apoderara de todo su ser para dar rienda suelta a la pasión. La seducción a través de los sentidos, miradas que se buscan y se esquivan, mejillas sonrojadas y unas manos que se rozan "sin querer". Sí, quería todo eso que le imprime sentido a la vida,  pero no con cualquiera ni a cualquier precio. Y llegó él, con su peculiar sentido del humor, con las reglas del juego bien aprendidas, con una seguridad arrolladora y con ese "no sé qué", que le añadía el ingrediente secreto a un plato muy bien cocinado. Tan apetecible que solo de mirarlo se le hacía la boca agua. Y ahí estaba el dilema: era un plato para saborear despacio, para disfrutarlo lentamente, pero hay platos que, una vez fríos, pierden todo su sabor. Encontró lo que buscaba pero no era suficiente porque él no buscaba lo mismo. En el fondo quizás si, pero las reglas del juego no eran las mismas para ambos.

Ella quería un plato único y probablemente él estaba acostumbrado a elegir los entrantes. Ella quería mirarlo a los ojos y sentir que no había nada más alrededor, él seguramente no podía dejar de contemplar el paisaje de fuera. Ella quería sentir que era algo más que lo que tenía entre las piernas, él sólo quería ese "algo" de ella o de cualquiera.

Y fue así como entendió que no hay que buscar el sol cuando está cayendo la tormenta, sino esperar a que escampe y, mientras tanto, aprender a bailar bajo la lluvia.







Ilustración: Amanda Cass