jueves, 6 de febrero de 2020

En el punto de partida

Sigo inmersa en un momento personal y profesional bastante complicado, así que mientras dejo borradores sin acabar  y ordeno frases a veces inconexas que quizás en algún momento vean la luz, aprovecho para sumergirme en esos textos que conforman los retales de mi vida.
Hace diez años publiqué cuatro textos bajo el título "En el punto de partida". Hoy he decidido unificarlos y publicar un sólo post con todos ellos que, dicho sea de paso, me han traído muchísimos recuerdos porque Susana bien podría ser yo.

En el punto de partida 

Susana no sabía explicar qué era lo que había cambiado en su relación con Luis. Cerraba los ojos y trataba de buscar el momento en el que dejó de sentir aquellas mariposas revoloteando en su estómago cuando escuchaba sus pasos. Se culpaba de no encontrar un por qué que justificara su cambio de actitud hacia él. Las muestras de cariño ya no eran espontáneas como tiempo atrás, cuando su cuerpo deseaba un acercamiento continuo y su libido ardía como un tubo incandescente con sólo una caricia suya.
No paraba de darle vueltas a la cabeza buscando la respuesta a todas las preguntas que fluían desordenadamente y que le estaban quitando el sueño desde hacía varias noches.
Ya no le molestaba encontrar la cama vacía, es más, agradecía aquella sensación de libertad, de poder perderse entre las sábanas sin miedo a perturbar el sueño de otro cuerpo cerca del suyo, aunque acostumbrara a pasar la noche sin moverse de su rincón.
Le empezaba a gustar aquel silencio que la recibía al llegar a casa y que un tiempo atrás le resultaba ensordecedor. Se había hecho amiga de la soledad, ésa a la que tanto le temía y cuya visita ahora le resultaba de lo más agradable.
Se sentía culpable por no sentir que quería pasar el resto de su vida al lado de aquella persona que tantas cosas buenas le había aportado. Alguien que le había infundado el valor suficiente para seguir adelante en sus peores momentos, que había sido como una tabla salvavidas cuando sintió hundirse en un pozo de dolor.
Se preguntaba dónde habían quedado los planes de futuro que habían forjado entres risas y besos y esperaba ansiosa que todo volviera a ser como antes. Que todas sus dudas fueran pasajeras y que de la misma manera que habían llegado, se esparcieran dejando tras de sí sólo un recuerdo fugaz.
Sabía que aún lo quería pero no era capaz de adivinar cuánto. No era capaz de dilucidar si lo que sentía por Luis era suficiente para quedarse a su lado y restarle importancia a ese momento de dudas e incertidumbre. En el fondo quería creer que todas las relaciones pasan por situaciones semejantes y que la suya no era una excepción, ni un caso aislado.
Y mientras todos sus pensamientos, dudas y preguntas inundaban la habitación, Susana se sentía una vez más "en el punto de partida", deseando con todo su ser regresar a la casilla en la que hasta hacía muy poco se encontraba su corazón.
Sabía que la respuesta que despejaría todas sus dudas no tardaría en llegar, sólo era cuestión de tiempo, y así, dispuesta a esperar, se acurrucó plácidamente en el lugar que él ocupaba en la cama, porque esa noche, a pesar de todo, quería dormir recordando su olor.

Susana apenas pudo dormir aquella noche. Las respuestas que llegaban a su cabeza eran tan contradictorias como sus propias preguntas, porque curiosamente empezaba a darse cuenta de que todo lo que estaba sintiendo y que no se atrevía a expresar en voz alta, Luis también lo padecía en su propia piel.
Sabía que probablemente era ella, con su actitud distante y poco cariñosa, la que había provocado que él no la hiciera sentir como antes, que se limitara a ser un "ocupa" en su vida, esperando, casi seguro, que ella diera el primer paso hacia el final o que por el contrario, continuara avanzando a su lado, cogidos de la mano. No es que le diera igual, simplemente se mantenía a la expectativa, pues en el fondo ella siempre había tenido la última palabra.
Pero esa situación también la asustaba, porque por primera vez desde que se conocieron, sintió que él no tenía las mismas fuerzas para tirar de ella, y lo peor de todo, es que quizás tampoco tuviera las mismas ganas de hacerlo.
En los últimos días apenas habían hablado de cosas realmente importantes, las conversaciones en la mesa o en el momento del café, versaban sobre temas triviales y cuando faltaban las palabras, siempre había un periódico a mano al que recurrir para que el silencio no resultara tan incómodo.
Ambos sabían que la relación no atravesaba su mejor momento, pero no hablar sobre ello, era una forma de no afrontar la realidad o de retrasar el momento de tomar decisiones o de evitar hacer nuevos planteamientos.
La llama de aquel sentimiento que poco tiempo atrás ardía a fuego vivo, no se había extinguido completamente, de lo contrario le habría dado igual que todo terminara, pero era evidente que había menguado, que le faltaba fuerza y que de seguir así, terminaría por consumirse.
La solución sólo pasaba por buscar la chispa que reavivara aquel sentimiento, pero ¿cómo? ¿dónde?...y entonces recordaba aquella frase que era su mejor alivio y consuelo en momentos de incertidumbre; "a veces las cosas llegan, cuando dejamos de buscarlas". Pero...¿y si cuando todas las dudas se disiparan, era demasiado tarde?.
Eran esos pensamientos los que mantenían viva la esperanza de que simplemente estuviera pasando por un momento de confusión personal, que sin darse cuenta trasladaba al plano sentimental. Había señales inequívocas de que algo había cambiado, pero aún le quería, quizás no con la intensidad de antes, quizás ahora no le hiciera falta su aire para respirar, pero sí que quería seguir respirando su aire.
Lo que más le preocupaba era darse cuenta de que él tampoco era como antes, y eso la mantenía en alerta, porque aunque es duro dejar de querer a alguien, no lo es menos, cuando es a ti a quien dejan de quererte, y mucho peor cuando descubres de repente, que aún guardas un montón de sentimientos hacia esa persona.
Cuánto daría por abrir los ojos y que todo volviera a ser como antes. Había cambiado, sí, pero ¿era el cambio de ella lo que había provocado el cambio de Luis, o era el cambio de Luis lo que había provocado el cambio en ella?.
Siguió aferrada a la almohada en la que noches atrás, él dejó su aroma.

Los días transcurrían sin demasiadas novedades en el plano sentimental, aunque el distanciamiento entre ambos provocaba que los ánimos estuvieran más fríos que nunca.
Había llegado el momento, el temido momento de poner un punto a aquella situación. No estaba segura de que fuera un punto y aparte, pero tampoco las tenía todas consigo para que fuera un punto y seguido.
Los últimos acontecimientos precipitaron un poco más que tuvieran que afrontar la realidad sin tratar de enmascararla ni de seguir buscando excusas que explicaran lo que estaba sucediendo.
Y así fue, así tenía que ser.
La distancia emocional y física sería un factor determinante, lo que sucediera o no, sólo el tiempo y el corazón lo decidirían.
Dolía, pero no era la primera vez que Susana se enfrentaba a una situación así, no era la primera vez que sentía que todo lo que había planificado se desmoronaba. No era la primera vez que debía ponerle tiritas a su corazón. Ni era la primera vez que se enfrentaba al silencio en noches de insomnio.
Sólo un pensamiento le daba vueltas en su cabeza; ¿sería ella todo el problema?¿sería quizás que no estaba preparada para compartir su vida con nadie?¿era posible cometer tantos errores?¿tropezar tantas veces?
En ese caso sería mejor seguir sola, porque si algo Susana tenía claro, era que no soportaría sentirse la culpable de la infelicidad de otra persona. Y desde luego, si no era capaz de hacerle feliz porque ni ella misma lo era, había llegado el momento de "pensar", de "sentir".

El tiempo se detuvo, las manecillas del reloj se pararon, los días eran interminables, y el corazón latía muy despacio, como si se quisiera dejar morir. Había encontrado la respuesta, había ganado una guerra personal, pero sentía que había perdido una batalla emocional.
¡Cuánto habían cambiado las cosas en tan poco tiempo!
Lo sentía tan lejos, tan distante y sobre todo, tan distinto. Sólo había una explicación, o al menos, a ella no se le ocurría nada que pudiera justificar aquel sentimiento. Se habían convertido en dos desconocidos, en dos corazones diferentes que tiempo atrás latían al mismo compás.
Y dolía, dolía mucho aquel sentir. Le extrañaba más de lo que pensó, más de lo que esperaba. Hubiera sido feliz con sólo sentir que a él le sucedía lo mismo.
Cuántos "te quiero" se habían quedado en el camino, cuantos abrazos que nunca se dieron, cuántos besos desvanecidos, cuántas sonrisas que nunca salieron, cuánto amor se había perdido.
Deseaba con todas sus fuerzas marcharse a algún lugar donde nada ni nadie pudiera hacerle pensar, no quería recordar momentos en los que fue feliz, sólo quería desconectar del mundo y perderse en el silencio.
Todo estaba dicho aún con la ausencia de palabras de los últimos tiempos. Todo estaba hecho aún sin hacer nada, y todo estaba decidido aunque quisiera creer que había que tomar decisiones. Aquel era el final de lo que un día, había sido un principio.
Era lo que tenía que suceder, porque lamentablemente las cosas adquieren mayor importancia cuando no se tienen, las cosas que más se valoran, son las que se han perdido. No podía culparlo, ni hacerle ningún reproche. Había comprendido cuánto lo quería, pero ya era tarde.
Y entonces recordó aquella frase de Paul Charles Bourgen:-"en el amor todo ha terminado, cuando uno de los amantes piensa que sería posible una ruptura"-.
Quizás con el tiempo...
La vida está llena de oportunidades para recuperar las oportunidades perdidas.