Rescato un post que publiqué en el año 2014 y que ha sido uno de los textos más leídos de este blog y por qué no decirlo, también uno de los más plagiados.
Como tengo todos mis textos registrados, no voy a hablar de esa gente que sin escrúpulos se apropia del trabajo de otras personas, eso dice mucho de ellas.
No obstante, por si cabe alguna duda, dejo el enlace de la primera publicación.
Amor y desamor
¿Cómo se desenamora
uno?¿Se puede dejar ir a alguien de quién estamos enamorados?
Hoy casualmente escuché
estas preguntas que me han inspirado a escribir este post.
Es evidente que el amor
no desaparece de la noche a la mañana, como tampoco se hace de
noche recién despertado el día.
El desamor, al igual que
el amor, se fragua paso a paso, día a día. A veces sin prisa y otras sin pausa.
Me atrevería a decir que
incluso a veces, el amor y el desamor van de la mano. Todo depende de cuál
de los dos tenga más empuje, más fuerza, más motivos para llegar a
meta como si de una carrera de fondo se tratase.
Sé que dicho así
suena un tanto extraño, porque solemos tener un concepto idealizado del
amor. Vencedor siempre, capaz de superar todos los obstáculos,
el que todo lo puede.
El desamor no llega de
repente. No te levantas una mañana y te das cuenta de que ya no
estás enamorado.
El desamor es el
resultado de sumar decepciones y restar sonrisas. De multiplicar
desencuentros y dividir caricias.
Como todas las cosas
importantes de la vida, el desamor también lleva un proceso, aunque
a veces éste es tan rápido, que no somos conscientes de que
“aquellas mariposas” que revolotearon un día en nuestro
interior, hace tiempo que no se mueven. (Hace poco leí que los animales más peligrosos que existen son "las mariposas del estómago")
Tratamos y tratamos de
convencernos de que volveremos a sentir lo mismo por la persona con
la que un día queríamos envejecer. ¡Cómo si pudiéramos
enamorarnos o des-enamorarnos cuando nos de la gana!.
Nos cuesta asumir que ya
no hay motivos para seguir luchando por aquellos sueños que un día
compartimos. Que no podremos alcanzar juntos las metas que un día
nos marcamos, porque sencillamente hemos dejado de sentir.
Muchas veces no sabemos cómo, ni
cuándo, ni dónde se acabó el amor. Nos negamos a aceptarlo y nos negamos a
asumirlo. No queremos tirar la toalla,
porque la mayoría de las personas vivimos el desamor como un fracaso
personal.
Son incontables los por
qué el amor se termina. El por qué nos desenamoramos.
El desamor es el resultado de muchas circunstancias, momentos y desencuentros no resueltos en tiempo y forma. De muchas conversaciones postergadas. De muchos silencios en el aire. De palabras no dichas o mal dichas. De besos no dados, abrazos no recibidos, verdades a medias y medias verdades.
No somos más maduros por
tratar de mantener vivo algo que murió. La madurez consiste
precisamente en lo contrario, en admitir que hemos dejado de sentir y
un corazón que no late, es un corazón muerto.
¡No podemos estar muertos
en vida!.
El amor no es una fuente
inagotable, porque hasta los ríos más caudalosos pueden llegar a
secarse si las condiciones climáticas no acompañan durante mucho
tiempo.
En el amor no podemos dar
por hecho que todo está hecho.
En el amor el tiempo
puede ser nuestro mejor aliado pero también nuestro peor enemigo.
Porque el amor requiere de su tiempo y es precisamente el mal uso de ese
tiempo, el que muchas veces mutila el amor.
En cuanto a la pregunta
de si dejaríamos a alguien de quién estamos enamorados, se pueden
suscitar muchas controversias, muchos debates. Mi opinión sincera
basada en la experiencia es un SÍ rotundo.
Soy de las que opino que
por mucho amor que se sienta por alguien, si ese alguien no cumple
nuestras expectativas o sencillamente no nos corresponde de la misma
manera, es mejor alejarse o dejar ir.
Habrá quienes opinen que
si realmente se ama, todo lo demás es secundario. Para mi NO lo es.
Si la persona a la que se
ama nos condiciona, nos miente, nos anula, nos subestima o
sencillamente no nos permite ser seres libres e independientes, es
mejor alejarse o dejar ir. Si no nos quiere como merecemos ser queridos, es mejor alejarse o dejar ir.
NO, el amor no lo debe
aguantar todo. El amor NO debe soportarlo todo. Entre otras cosas,
porque si se dieran las anteriores circunstancias, podría llamarse
de cualquier manera menos amor.
Para terminar, hay un
poema de José Ángel Buesa, titulado “Se deja de querer”, que a
mi personalmente me encanta, y que aunque ya he compartido aquí
alguna vez, vuelvo a rescatar.
Se deja de querer, y no se sabe
por qué se deja de querer.
Es como abrir la mano y encontrarla vacía,
y no saber, de pronto, qué cosa se nos fue.
Se deja de querer, y es como un río
cuya corriente fresca ya no calma la sed;
como andar en otoño sobre las hojas secas
y pisar la hoja verde que no debió caer.
Se deja de querer, y es como el ciego
que aún dice adiós, llorando,después que pasó el tren;
o como quien despierta recordando un camino,
pero ya sólo sabe que regreso por él.
Se deja de querer como quien deja
de andar por una calle, sin razón, sin saber;
y es hallar un diamante brillando en el rocío,
y que, al recogerlo, se evapore también.
Se deja de querer, y es como un viaje
detenido en la sombra, sin seguir ni volver;
y es cortar una rosa para adornar la mesa,
y que el viento deshoje la flor en el mantel.
Se deja de querer, y es como un niño
que ve cómo naufragan sus barcos de papel;
o escribir en la arena la fecha de mañana
y que el mar se la lleve con el nombre de ayer.
Se deja deja de querer, y es como el libro
que, aún abierto hoja a hoja, quedó a medio leer;
y es como la sortija que se quitó del dedo,
y sólo así supimos que se marco en la piel.
Se deja de querer y no se sabe
por qué se deja de querer...