martes, 17 de diciembre de 2019

La Navidad es un sentimiento, no una obligación.

Supongo que este será mi último post del año porque en estos días no ando precisamente sobrada de tiempo, o quizás sigo sin saber gestionar, todo lo bien que debería, mi tiempo. 
No voy a escribir sobre los propósitos de año nuevo, ni lo sueños que me quedan por cumplir, simplemente quiero expresar cómo me siento, porque sé que hay personas a mi alrededor que no pueden entender mi lucha interna cuando llegan estas fiestas.
He llegado a la conclusión de que lo que realmente no me gusta de la Navidad es lo que ésta me hace sentir. No es por las ausencias o porque en estas fiestas el trabajo sea un poco más duro, ni por el estrés del tráfico a cualquier hora, ni por la cantidad de gente que encuentras haciendo compras por todas partes...no. Detesto estas fiestas porque me recuerdan que desconozco lo que es una Navidad rodeada de amor del bueno, del calor de la familia, de la emoción de los niños, del sabor al "encuentro". 
Llega la Navidad y no puedo rescatar recuerdos de gente sentada a la mesa compartiendo risas y anécdotas, de villancicos desafinados, de besos y abrazos improvisados, de miradas que sonríen porque "estamos juntos". 
Es verdad que durante muchos años he pasado la Nochebuena con mi pequeña familia, pero tengo la sensación de que ha sido así porque "es lo que toca". He intentado sentir la emoción de saber que nos íbamos a encontrar, a reunir, a compartir; pero siempre, terminó siendo una noche en la que simplemente éramos más personas a la mesa. 
En la casa de mis padres sólo en alguna ocasión hubo árbol de navidad,  y creo que fue el que subimos de casa de mi abuela cuando falleció mi abuelo y ella no tenía ganas de celebraciones. Mis padres nunca mostraron el mínimo interés ni la más mínima emoción por estas fiestas, para ser exactos, nunca han mostrado interés por ningún tipo de celebración. Así que no nos han transmitido absolutamente nada al respecto. Supongo que ellos mismos no pudieron transmitirnos nada por la misma razón, porque no lo sintieron. 
Comencé a vivir un poco más la Navidad hace unos doce años, cuando me mudé a mi actual casa, intenté descubrir todo eso que la gente dice sentir. Decoré todo el salón con luces y elementos navideños, me compré un árbol y manteles decorativos, servilletas rojas, e incluso hasta dos vajillas nuevas para que todos los platos fueran del mismo color. Encendí velas y puse villancicos, todo preparado para sentir la Nochebuena, pero ahora entiendo que la magia de la Navidad sólo reside en el corazón y por mucho que nos podamos querer, ese amor no hace magia.
Este año estoy especialmente desganada y decepcionada con la vida en general y con mi vida en particular. Siento que ha sido un año improductivo y muy difícil para mi. Me siento desarraigada de mi propia vida, con una tristeza que me resulta complicado explicar. Podría encontrar muchas razones sobre por qué me siento de esta manera, y también conozco parte del camino que debe llevarme a otro estado emocional, pero qué difícil resulta a veces caminar solo.
Todo lo bueno o malo que soy, tiene raíces profundas en la persona que he sido, en la niña que fui y en todo aquello que me dieron pero sobre todo, en lo que no me dieron. No fui una niña feliz, no fui una niña rodeada de amor y comprensión, no fui una niña segura de mi misma, no fui una niña alegre y positiva. No fui nada de eso  y a mis 42 años, me he dado cuenta, de que si hubiera sentido algo tan básico como el amor y el calor de mi familia, hoy quizás sería tal cual soy, pero al menos, encontraría algo bonito dentro de mi al bucear en mis emociones mas íntimas y profundas.
No escribo para reprochar nada ni para justificar quien soy, escribo como el primer paso para salir de donde me encuentro, porque hay mucha oscuridad aquí abajo. Necesito perdonar y perdonarme y eso empieza por hacer un viaje al interior, un viaje difícil por las emociones y los recuerdos.
Cuando hablo de mi infancia siempre me viene algo a la cabeza, no recuerdo ni un sólo beso de buenas noches, no recuerdo ni un sólo "te quiero" dicho porque sí, como algo natural y espontáneo. De hecho, sigue sin haberlo, aunque de vez en cuando practico con la persona que mejor puede entenderme, la "jota" que me pone los puntos sobre las íes. 
Este año en mi salón no hay absolutamente ningún elemento navideño, no hay luces que brillen ni manteles de raso en tonos rojos y dorados. Mi casa no huele a fiestas y mi corazón no se ha puesto sus mejores galas.

P.d. La Navidad es un sentimiento, no una obligación.