domingo, 27 de octubre de 2019

Quizás contigo, quizás sin ti.

No sé en qué momento tus ojos se tropezarán con mis letras, ni si tus manos serán capaces de acariciar mis palabras con la misma intensidad con la que mis dedos dan forma a todo lo que necesito decirte en esta carta.
En primer lugar, perdón por hacerlo con palabras mudas, por no dar la cara y enfrentarme a tu mirada, pero creo que si me viera a través de tus ojos, sería incapaz de emitir cualquier sonido. He guardado tantas ganas de hablarte con los míos que probablemente me quedaría muda.
Perdón por no darte la oportunidad de callarme con un beso, pero prefiero quedarme con la inquietud de no saber si lo harías a comprobar que quizás tus labios rehúyan de los míos.
Sé que cuando leas esto vas a pensar que he sido una farsante. Te costará entender por qué me alejo de todo lo que hemos creado a golpe de ilusión. Precisamente me alejo por eso, porque todo lo que hemos creado es una mera ilusión. Un monstruo que poco a poco nos ha ido devorando hasta dejarnos o al menos a mi, casi sin aire. Una tragicomedia en el teatro de la vida para la que ya debe caer el telón con un "gracias por venir".
Me marcho de tu vida porque en el fondo los dos sabemos que no encontré mi lugar en ella. No quiero seguir alimentando falsas esperanzas, ni las tuyas ni las mías.
No he sido capaz de frenar a tiempo porque sin darme cuenta te convertiste en mi atracción favorita. Mi montaña rusa de emociones donde soltar mi adrenalina y recomponer los pedazos rotos. Por momentos me sentía en lo más alto, contemplando la vida desde arriba y en otras muchas ocasiones, sintiendo que el mundo se me caía encima.
No quiero despedirme con un adios, sólo tomar distancia de tu vida que durante algún tiempo ha sido también la mía. Necesito reconciliarme con mi ego y recuperar la amistad conmigo misma. A lo mejor cuando aprenda a quererme, a entenderme y sobre todo a perdonarme, estaré lista para emprender un nuevo viaje; quizás contigo, quizás con otro, quizás con nadie.

jueves, 10 de octubre de 2019

Amor y desamor.


Rescato un post que publiqué en el año 2014 y que ha sido uno de los textos más leídos de este blog y por qué no decirlo, también uno de los más plagiados.
Como tengo todos mis textos registrados, no voy a hablar de esa gente que sin escrúpulos se apropia del trabajo de otras personas, eso dice mucho de ellas.
No obstante, por si cabe alguna duda, dejo el enlace de la primera publicación.


Amor y desamor

¿Cómo se desenamora uno?¿Se puede dejar ir a alguien de quién estamos enamorados?

Hoy casualmente escuché estas preguntas que me han inspirado a escribir este post.
Es evidente que el amor no desaparece de la noche a la mañana, como tampoco se hace de noche recién despertado el día.
El desamor, al igual que el amor, se fragua paso a paso, día a día. A veces sin prisa y otras sin pausa.
Me atrevería a decir que incluso a veces, el amor y el desamor van de la mano. Todo depende de cuál de los dos tenga más empuje, más fuerza, más motivos para llegar a meta como si de una carrera de fondo se tratase. 
Sé que dicho así suena un tanto extraño, porque solemos tener un concepto idealizado del amor. Vencedor siempre, capaz de superar todos los obstáculos, el que todo lo puede.
El desamor no llega de repente. No te levantas una mañana y te das cuenta de que ya no estás enamorado.
El desamor es el resultado de sumar decepciones y restar sonrisas. De multiplicar desencuentros y dividir caricias.
Como todas las cosas importantes de la vida, el desamor también lleva un proceso, aunque a veces éste es tan rápido, que no somos conscientes de que “aquellas mariposas” que revolotearon un día en nuestro interior, hace tiempo que no se mueven. (Hace poco leí que los animales más peligrosos que existen son "las mariposas del estómago")
Tratamos y tratamos de convencernos de que volveremos a sentir lo mismo por la persona con la que un día queríamos envejecer. ¡Cómo si pudiéramos enamorarnos o des-enamorarnos cuando nos de la gana!.
Nos cuesta asumir que ya no hay motivos para seguir luchando por aquellos sueños que un día compartimos. Que no podremos alcanzar juntos las metas que un día nos marcamos, porque sencillamente hemos dejado de sentir.
Muchas veces no sabemos cómo, ni cuándo, ni dónde se acabó el amor. Nos negamos a aceptarlo y nos negamos a asumirlo. No queremos tirar la toalla, porque la mayoría de las personas vivimos el desamor como un fracaso personal.
Son incontables los por qué el amor se termina. El por qué nos desenamoramos.
El desamor es el resultado de muchas circunstancias, momentos y desencuentros no resueltos en tiempo y forma. De muchas conversaciones postergadas. De muchos silencios en el aire. De palabras no dichas o mal dichas. De besos no dados, abrazos no recibidos, verdades a medias y medias verdades.
No somos más maduros por tratar de mantener vivo algo que murió. La madurez consiste precisamente en lo contrario, en admitir que hemos dejado de sentir y un corazón que no late, es un corazón muerto.
¡No podemos estar muertos en vida!.
El amor no es una fuente inagotable, porque hasta los ríos más caudalosos pueden llegar a secarse si las condiciones climáticas no acompañan durante mucho tiempo.
En el amor no podemos dar por hecho que todo está hecho.
En el amor el tiempo puede ser nuestro mejor aliado pero también nuestro peor enemigo. Porque el amor requiere de su tiempo y es precisamente el mal uso de ese tiempo, el que muchas veces mutila el amor.
En cuanto a la pregunta de si dejaríamos a alguien de quién estamos enamorados, se pueden suscitar muchas controversias, muchos debates. Mi opinión sincera basada en la experiencia es un SÍ rotundo.
Soy de las que opino que por mucho amor que se sienta por alguien, si ese alguien no cumple nuestras expectativas o sencillamente no nos corresponde de la misma manera, es mejor alejarse o dejar ir.
Habrá quienes opinen que si realmente se ama, todo lo demás es secundario. Para mi  NO lo es.
Si la persona a la que se ama nos condiciona, nos miente, nos anula, nos subestima o sencillamente no nos permite ser seres libres e independientes, es mejor alejarse o dejar ir. Si no nos quiere como merecemos ser queridos, es mejor alejarse o dejar ir.
NO, el amor no lo debe aguantar todo. El amor NO debe soportarlo todo. Entre otras cosas, porque si se dieran las anteriores circunstancias, podría llamarse de cualquier manera menos amor.

Para terminar, hay un poema de José Ángel Buesa, titulado “Se deja de querer”, que a mi personalmente me encanta, y que aunque ya he compartido aquí alguna vez, vuelvo a rescatar.

Se deja de querer, y no se sabe 
por qué se deja de querer. 
Es como abrir la mano y encontrarla vacía, 
y no saber, de pronto, qué cosa se nos fue. 

Se deja de querer, y es como un río 
cuya corriente fresca ya no calma la sed; 
como andar en otoño sobre las hojas secas 
y pisar la hoja verde que no debió caer. 

Se deja de querer, y es como el ciego 
que aún dice adiós, llorando,después que pasó el tren;   
o como quien despierta recordando un camino, 
pero ya sólo sabe que regreso por él. 

Se deja de querer como quien deja 
de andar por una calle, sin razón, sin saber; 
y es hallar un diamante brillando en el rocío, 
y que, al recogerlo, se evapore también. 

Se deja de querer, y es como un viaje 
detenido en la sombra, sin seguir ni volver; 
y es cortar una rosa para adornar la mesa, 
y que el viento deshoje la flor en el mantel. 

Se deja de querer, y es como un niño 
que ve cómo naufragan sus barcos de papel; 
o escribir en la arena la fecha de mañana 
y que el mar se la lleve  con el nombre de ayer. 

Se deja deja de querer, y es como el libro 
que, aún abierto hoja a hoja, quedó a medio leer; 
y es como la sortija que se quitó del dedo, 
y sólo así supimos que se marco en la piel. 

Se deja de querer y no se sabe 
por qué se deja de querer...