lunes, 2 de julio de 2012

La historia de María (Cap.III)

A pesar de lo frágil que se sentía, María sabía que debía aceptar las cosas tal y como eran. Asumir los cambios que iba experimentando.
A ella le gustaba pensar que se trataba de un "proceso evolutivo" necesario para seguir adelante.
Sus ojos habían perdido mucho del brillo que antaño se reflejaba en el espejo de su alma, pero estaba convencida de que algún día volverían a brillar con luz propia, porque tras las sombras, el sol se aprecia mucho mejor aunque encandile.
Tenía razones suficientes para no darse por vencida, aunque algunas veces faltaran los motivos. Pero sobre todo, tenía la capacidad de levantarse del lodo, de sentarse con ella misma a dialogar. 
Qué importante es hablar con uno mismo y qué poco tiempo dedicamos a tal menester.
María trataba de aprender de los errores cometidos, trataba de crecer como persona y sobre todo, trataba de reconocerse como la mujer que siendo humana, tropieza dos veces con la misma piedra.
Aquella mañana había tomado la firme decisión de pasar página. No quería pasarse las horas añorando lo que fue, extrañando lo que hubo, recordando lo vivido.
Aquella mañana María quería preguntarse lo que podría ser. No quería seguir sintiéndose una extraña en su propia vida, una intrusa en su propio ser.
Cuántas miradas tristes a su alrededor, en aquella cafetería donder perdía el tiempo divagando, mirando sin mirar. Cuántos corazones vacíos, rotos, incompletos por doquier.
Cuánta tristeza flotaba en el aire...No, no quería que ese fuera su reflejo.
María aún tenía mucho que dar, mucho que recibir y sobre todo...mucho que vivir.
Era el momento de ponerse en pie, de lucir su mejor sonrisa y abrir la puerta a lo nuevo, a lo desconocido, a lo que estaba por venir.