lunes, 21 de febrero de 2011

El elefante encadenado

Dejo a un lado mis últimos desvaríos, para compartir una historia que leí hace mucho tiempo y que nunca he olvidado. No sé por qué en las últimas semanas me he sentido como el elefante de este cuento, atribuido a Jorge Bucay.
Y es que a veces nos anclamos tanto en el pasado que condicionamos no sólo nuestro futuro, sino lo que quizás es peor aún, nuestro presente. Con lo cual, sin darnos cuenta, dejamos de disfrutar de lo que nos pasa, de grandes y pequeños momentos, sólo porque no hemos sido capaces de girar la cabeza al frente y convencernos que "cada día es una nueva oportunidad". Sin que importe lo que pasó, sin tener en cuenta lo que ya sucedió, porque afortunadamente la vida no es una repetición de momentos, sino una montaña rusa llena de emociones, sensaciones, nuevos aprendizajes y por lo tanto, nuevas experiencias.
Aquí les dejo esta pequeña historia titulada "El elefante encadenado", con la que me gustaría que rompiéramos con "aquello" que nos ata, que nos condiciona, que nos limita, que nos asfixia, que no nos deja avanzar, que nos oprime. En definitiva, con "aquello" que nos encadena, y que para cada uno tendrá un nombre diferente.
"Para que pueda surgir lo posible, es preciso intentar una y otra vez lo imposible" (Hermann Hesse)
El elefante encadenado.
Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enorme bestia hacia despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas clavada a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye?
Cuando tenía 5 o 6 años yo todavía no creía en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: -Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.
Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: "El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde muy, muy pequeño".
Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía... Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree -pobre- que NO PUEDE.
Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...
"No pierde el que lo intenta, pierde el que lo deja de intentar"

7 comentarios:

  1. Cuántas veces nos creemos incapaces sin siquiera haberlo intentado...

    Abrazo gigante!

    ResponderEliminar
  2. Muy buenooo Magdalena, un empujoncito para no perder la esperanza nunca.
    Un besote

    ResponderEliminar
  3. Un placer leerte, me gustan los cuentos que nos traes, casi tanto como tus palabras.

    Un fuerte abrazo

    ResponderEliminar
  4. Será que estoy sensible pero me dejó triste esta historia... Los humanos también tenemos estacas clavadas en la mente: "eso es bueno, eso es malo" y sólo en pequeñas ocasiones nos planteamos el por qué...
    Besitos

    ResponderEliminar
  5. Mi querida Paisana, este cuento nos obliga a reflexionar sobre las cadenas que llevamos desde la infancia. Estamos tan encadenados a ellas que no las notamos. Es hora de despertar.
    Un abrazo enorme.

    ResponderEliminar
  6. Me ha puesto un poco triste la historia de Bucay, tal vez porque es demasiado cierta. como bien dices al final de la entrada, perdemos cuando dejamos de intentarlo...

    Besos y buena semana.

    ResponderEliminar
  7. Vivimos en una sociedad llena de estacas, y las arrastramos por el mero hecho de obedecer, cumplir normas, seguir un protocolo, etc ... Yo digo que vive tu vida a tu manera y disfrutala , que es muy corta ... :-)

    ResponderEliminar

Gracias por dejar tu huella