martes, 16 de febrero de 2010

Para Rocío...FELIZ CUMPLEAÑOS.

Tu transparencia y frescura, hacen honor a tu nombre. No te conozco tanto como me gustaría pero espero tener toda la vida para descubrirte.
Aún así, hemos compartido momentos suficientes como para hacerme un boceto imaginario de tu persona, porque aunque callas mucho, eres capaz de hablar con tu silencio.
Valiente y luchadora, tímida y discreta, honesta y soñadora, fiel amiga y compañera, confidente de secretos...así eres tú Rocío, así es como te veo.
Sé que dejaste de ser niña demasiado pronto, supongo que de forma inesperada, cambiaste las cosas propias de tu edad, por el tesoro más importante que hay en tu vida, y aquella jovencita llamada Rocío, se convirtió de pronto en mujer.
Te imagino en noches en vela acunando a tu hija, esperando que su llanto no despertara al resto de la familia. Haciendo cábalas para llegar a fin de mes. Inventando miles de maneras de sacarla adelante sin contar con el apoyo de esa persona, a quien una vez, confíaste tu corazón. Noches de insomnio y días de mucho trabajo, pero cuando llegabas a casa y mirabas su carita, olvidabas todas las penas.
La vida te ha golpeado duro a pesar de tu juventud, supongo que tu inocencia, ésa que afortunadamente no has perdido, ha pasado más de una factura.
Te pusiste el mundo por montera y procuraste no perder la sonrisa, aunque en la soledad de tus noches, te limpiaras las lágrimas producidas por el agotamiento y el cansancio, físico y mental, añorando a ese príncipe azul cuyos brazos te protegieran del mundo y te sacaran de tu "jaula de cristal".
Llenaste tu vida de años, pero te olvidaste de llenar esos años de vida. Quizás por la falta de tiempo, de recursos o simplemente de ganas, porque los tropiezos no dejaron de sucederse. Tuviste la suficiente fortaleza de levantarte de cada caída con la ayuda de "los tuyos", que siempre estuvieron ahí para brindarte su cariño, y que sin duda, han sido el motor más importante de tu vida. Estoy segura de que su afán protector por no verte sufrir de nuevo, en muchas ocasiones, ha cortado tu alas. Te has dejado la piel en el camino para que a tu "pequeño tesoro" no le faltara de nada, y te olvidaste de ti misma, hasta el punto de que esas alas se han quedado rígidas por falta de uso, pero sabes que ha llegado el momento de entrenarlas para volar aunque te asuste no tener una buena pista de aterrizaje.
Estoy segura de que hay muchas sorpresas esperándote, algunas de ellas probablemente no serán de tu agrado, pero ya sabes que la vida está hecha de momentos, y que la única forma de apreciar los buenos, es conociendo también los malos. Arriésgate a vivir porque merece la pena. Deja a un lado tus miedos y enfréntete a la vida. Tú más que nadie entiendes de coraje y de valor, así que por una vez, deja de luchar sólo por los demás, y lucha también por ti misma. Date una oportunidad de ser feliz pero no dejes que te arrebaten las riendas de tu destino. Marca tu rumbo, elige tu camino y decide cuáles son tus sueños. Por una vez en tu vida, debes ser tú la capitana y la marinera. No tengas miedo porque siempre habrá remos cuando pierdas el timón.
Te mereces ser feliz. Tienes mucho que aportar, mucho que aprender y mucho que entregar. Atrévete a caminar sin arnés, y saca la tristeza del cajón, hazle un hueco a la alegría y llena tu vida de ilusiónEsa noche ella esperaba algo más. Es cierto que había sido un día como otro cualquiera, pero en determinadas fechas señaladas, solía revivir momentos cargados de buenos, pero especialmente malos recuerdos, y en esos momentos, necesitaba escapar de su pasado, sumergiéndose en la realidad de su presente. Una realidad en la que él ocupaba un lugar destacado.
Sólo quería sentirlo cerca al menos unos instantes, antes de caer rendida en los brazos de Morfeo, y así dormirse con su aroma, con el calor de su piel, con un abrazo que le hiciera creer que nunca volvería a estar sola, aunque en el fondo pensara que el amor para toda la vida, no dejaba de ser una utopía, un invento de almas soñadoras.
Le gustaba subirse a la luna en su compañía, pero dado el frecuente estado insomne y el afán trasnochador de él, se conformaba con recibir alguna estrella con la que dormir abrazada, hasta que él se colara sigilosamente entre las sábanas ya calientes.
Esperó pacientemente su entrada en la habitación, pero sus pasos no se escuchaban por ninguna parte y supo que esa noche, sus besos y sus caricias no serían para ella. Y entonces recordó que la distancia física no es la que duele, sino la distancia emocional aún en la cercanía. Y sin saber cómo, su particular caja de pandora se abrió, esparciendo un montón de sensaciones por su cuarto, pero sobre todo por su cabeza y su corazón.
Así había sido el principio del final, y temía que volviera a suceder, aunque ahora no la cogería de sorpresa. Es lo bueno que tiene la experiencia, que aunque no te garantice dejar de cometer los mismos errores, al menos no te pillan de nuevas. Se sintió mal consigo misma, pero especialmente se sintió triste, no por el hecho de necesitarlo y que él no estuviera, sino por saber que él no tenía la misma necesidad de ella. Y siguió recordando que así empezó, tiempo atrás, el principio del final.
Los momentos de secretos y confesiones a la luz de una vela, después de que la pasión los dejara exhaustos, se fueron aplazando para otro momento. Las guerras de almohadas y los combates de cosquillas dejaron de sucederse con la misma frecuencia, simplemente, se dejaban para otro momento. Las miradas cómplices, los besos furtivos y los abrazos robados, se dejaban para otro momento.
Quizás estaba sacando las cosas de contexto, pero era inevitable que un escalofrío de pánico recorriera su cuerpo al pensar que podía volver a enfrentarse a un viaje sin retorno, a una ida sin vuelta. En su interior estaba convencida de que pasara lo que pasara, no sería igual que la primera vez, porque pocas cosas en la vida son tan placenteras o tan doloras, como la primera vez que ocurren. Ahora no sólo había adquirido experiencia, sino que su corazón no era tan blandito como tiempo atrás. Sabía disfrazarlo, acorazarlo si hacía falta, y aunque eso no lo eximiera de sentir dolor, éste al menos no era de una intensidad que la dejara sin aliento, entre otras cosas, porque ahora era consciente de que el amor se acaba, se agota y a veces no hay un por qué, sucede sin más. El primer síntoma es precisamente postergar los besos y las caricias, que esa noche no recibió, para otro momento. Y sin más, se durmió pensando en si se estaría enfrentando al comienzo de un nuevo final.
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